viernes, 6 de julio de 2012

La acción de los seres vivos

En artículos anteriores hemos revisado cómo se formó el paisaje del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Empezamos viendo, en la historia geológica de Ordesa, la acción de las fuerzas internas del planeta que levantaron los Pirineos. Después vimos la obra del hielo en el origen de los valles glaciares y, más tarde, cómo el agua moldea el paisaje.

También los seres vivos hemos contribuido, para bien o para mal, en la formación del paisaje. Los vegetales, por ejemplo, intervienen en la disgregación de las rocas. Sus raíces se introducen por las fisuras, ejercen grandes fuerzas de palanca y abren el camino para el agua y otros seres vivos. Incluso los líquenes, que parecen tan inofensivos, son capaces de colonizar y comenzar la degradación de zonas áridas, como las tarteras. De hecho, se considera que los líquenes son los pioneros en la formación de los suelos.



Pero, además de modificar el paisaje, las plantas lo ocupan. Cuando miramos Ordesa vemos muchas tonalidades de verde. En las partes bajas de los valles encontramos praderas arboladas, a veces pobladas por especies mediterráneas, y bosques de hoja caduca. A medida que ascendemos van apareciendo hayas, pinos y abetos, hasta que ya solo quedan coníferas. Por encima de los 2.000 metros, el pino negro es casi el único árbol. Poco más arriba empiezan los prados alpinos, que llegan hasta el límite de las nieves.

La cobertura vegetal protege el terreno contra la acción violenta del agua y otros elementos atmosféricos. Las plantas evitan el desgaste que producirían las lluvias intensas, retienen la humedad, mantienen la temperatura e impiden que el sol y el viento causen estragos.

¿Y los animales? Empezando por los pequeños, algunos insectos y gusanos se encargan de airear el suelo. Cada uno hace poco trabajo, pero son muchos y su acción es constante. Otros animales mayores excavan o construyen nidos y madrigueras. Los mamíferos que viven en grupos han transitado durante miles de años por las mismas sendas, las han creado y las mantienen. Además, muchos de estos animales son herbívoros y, por tanto, controlan la población de vegetales. De paso, las secreciones, excrementos y cadáveres de animales ayudan a descomponer las rocas y fertilizar el suelo.

Por último llegamos nosotros, los humanos, con una alta capacidad de alterar el paisaje gracias a la tecnología. Afortunadamente, durante muchísimos años estos parajes han resultado bastante inaccesibles y, cuando lo han sido, la declaración de Parque Nacional los protege, al menos, en parte. Antiguamente, el pastoreo y la explotación forestal eran las actividades humanas con mayor impacto; hoy lo es el turismo.

Todos sabemos que las carreteras, puentes, pistas, aparcamientos, refugios, etc. no se han producido de forma natural. Pero ahí están, forman parte del paisaje, como las marmotas, las hayas, los ríos o las montañas. Y entre los seres vivos que podemos encontrar, hay muchas posibilidades de avistar excursionistas, montañeros, fotógrafos, senderistas, domingueros y otras especies de difícil clasificación, aunque dignas de estudio.


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